La Wicca es una religión ocultista relacionada (mas no igual) a la brujería. La brujería es una práctica espiritual que se centra en la manipulación de la energía, la cual definiremos más adelante. Ambas se suelen considerar parte del Neopaganismo, que es el nombre genérico que engloba a las religiones y prácticas espirituales modernas que surgen a partir de las religiones y mitologías anteriores al cristianismo.
Todos los wiccanos, y gran parte de los brujos, son neopaganos, pero no todos los neopaganos son wiccanos ni brujos. Asimismo, no todos los wiccanos son brujos, y no todos los brujos son wiccanos.
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“Que la Luna y la Naturaleza protejan a este blog, de intromisiones físicas y energéticas, que protejan su intención y hagan de este una guía de utilidad para mí, y para quien venga después de mí, para (re)descubrir el mundo esotérico, tan fascinante y oculto como la piedra más preciosa jamás vista.”
Hasta donde yo sé, no soy descendiente de brujas. Mi familia es católica, bastante religiosa, y algunos familiares son testigos de Jeohvá y evangelistas. Yo misma siempre he sido (y sigo siendo) escéptica, y durante un tiempo me consideré atea. Entonces, ¿cómo fue que terminé acá?
Todo comenzó cuando tenía 16 años, a finales de 2020, a media pandemia. Una compañera de la preparatoria (que no amiga) se la pasaba todo el día hablando de astrología, pero cuando yo le preguntaba algo con genuino interés ella se portaba de forma burlesca y altanera y me respondía “es algo muy astrológico”. Una de las cosas que más detesto en este planeta es que me traten como una imbécil, por lo que inmediatamente me puse a estudiar astrología por mi cuenta. Lo relevante de esto no es cuánto aprendí de ello, sino que a partir de ahí tuve mi primer contacto con el neopaganismo, el cual definiré en capítulos subsecuentes.
Mi primera práctica espiritual fue un desastre. Dado que yo no sabía nada, empecé a incorporar elementos de todos lados, muchos de los cuales entraban en conflicto entre sí y con los que, en muchas veces, yo ni siquiera estaba de acuerdo. Todo cayó por su propio peso en 2022, cuando la poca consistencia de mi práctica, más un conflicto religioso muy fuerte en mi interior que duró hasta inicios de 2023, hizo que dejara de practicar. Después de pasar por toda una crisis y un “renacer” espiritual y filosófico, me siento capaz de comenzar de nuevo. En múltiples ocasiones he mencionado que sigo la filosofía del nihilismo optimista, lo que significa que soy libre de escoger el significado que le quiero dar a mi propia vida. Es esa la razón por la que no me importa abandonar el ateísmo, incluso si eso significa que los ateos me vean como que “me volví estúpida” o que se sientan superiores a mí.
Perdí mi primer BoS, por lo que tengo que estar recordando gran parte de las cosas que hacía antes, aunque ahora mi práctica es más definida y, por ende, haré lo posible por lo que no sea igual de desastrosa.
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