<!DOCTYPE html> De la inquieta mente de Brandon Graham llega Island, una revista antológica que pretende ser un escaparate de ideas donde diversos autores exploten su creatividad sin miedos ni límite alguno. Cada número contendrá diversas historias de variados autores, y cada historia será recopilada una vez finalice. Al principio pensaba reseñar desglosando cada historia por separado, pero lo haré cuando las historias ya estén cerradas de forma individual. Es muy entretenido ver diferentes talentos, estilos, ideas e historias mezcladas bajo una misma portada. Algunas son historias nuevas y otras son continuaciones de obras preexistentes. Esa es parte de la libertad que pretende otorgar Island. Cada número de Island contendrá unas tres historias de 20 a 30 páginas cada una, dando a los autores suficiente espacio para poder explayarse a sus anchas. En esta primera entrega, mientras Emma Ríos crea una historia completamente nueva llamada I.D., sobre la incertidumbre de identificación corporal, Brandon decide continuar su obra Multiple Warheads bajo el alero de su nueva antología, Kelly Sue DeConnick escribe una memoria dedicada a su fallecida amiga Maggie Estep acompañada de ilustraciones por Ríos, y Ludroe ilustra una historia sobre skaters “de la forma correcta”. Con 112 páginas de contenido original, logra una calidad destacable y una creatividad única, no hay mucho más que agregar. Si ninguno de estos autores y sus propuestas creativas llaman tu atención, sal de mi vista. Cuatro vidas destruidas por la materialidad del mundo moderno. Cuatro vidas en búsqueda de un propósito, de un sentido por existir. Ales Kot continúa con su exploración de la vida moderna desde un punto de vista muy cínico. Lo curioso de esto es que cada personaje hace muy poco para avanzar algo semejante a trama. Simplemente continúan sus vidas, salvo por elementos que supongo (espero) son claves para el futuro de la historia, lo que vemos es más de la apatía que los acompaña a diario. Ya acostumbrado al feísmo de Will Tempest, sus técnicas narrativas son bastante agradables. Siguiendo la grilla de nueve viñetas, es libre de concentrarse en utilizar las imágenes para comunicar sentimientos, pausas y objetos clave. Su uso de los colores para, diferenciar las páginas de cada personaje, también es un recurso inteligentemente utilizado, dejando de lado la coloración según elementos (ejemplo, mantener unos pantalones siempre del mismo color) en favor de un juego de contrastes, luces y sombras que apoyan lo que Kot intenta transmitir. De una primera impresión bastante negativa y dejada, pero Tempest pasó a ganarse mi favor con un oficio narrativo destacable. Pero ahora sí, Kot. Cuéntanos algo. Por alguna razón la tercera entrega se escapó de mi radar en su momento, así que nos ponemos de inmediato al día. La historia principal continúa, y aunque tiene ciertos elementos (como llevar a límites absurdos ciertos gags) que hacen brillante a la serie original, a ratos carece de la viveza de su contraparte animada. Puede que sea por el timing viñeta a viñeta, pero algunas bromas no funcionan tan bien como deberían, no te hacen explotar a carcajadas como seguramente lo harían en la serie de Adult Swim. A pesar de esto, las historias de complemento también tienen su encanto, y el cómic en general sabe mantener el espíritu irreverente y de “todo vale” que posee la serie. Por otro lado, el arte sabe mantenerse fiel al material original, incorporando sus propios hallazgos e ideas visuales que hacen más vivo este universo. Aún así es una lectura divertida, y es una dosis extra para todos los fanáticos ansiosos de más Rick and Morty. Book of Death da el pistoletazo de partida de forma intensa y chispeante, planteando rápidamente el misterio y moviendo a los personajes principales a sus posiciones, sin perder tiempo en trivialidades ni diálogos eternos que no llevan a nada (cof cof Bendis cof cof). Por cerca de un mes han estado ocurriendo extraños desastres ecológicos a través de Estados Unidos, como gente siendo empalada por el acelerado crecimiento de árboles… Algo no está bien con la Madre Tierra, y todo apunta a la nueva Geomancer que dice venir del futuro, a quien vimos por última vez en el desenlace de The Valiant (¿aún no lo lee? ¿y qué chucha espera?). Neville Alcott y Col. Jamie Capshaw, los enlaces de Unity y X-O Manowar, saben que Gilad Anni-Padda (el legendario Eternal Warrior y miembro de Unity) estará protegiendo a la pequeña Tama así que, forzados por las circunstancias, deciden enviar a Unity a cazar a uno de los suyos. Mientras, Gilad busca la forma de prevenir los desastres que se vienen sobre ellos. Tama posee un arma tan poderosa que si cae en las manos erróneas pondría en peligro el futuro de todos los héroes del Universo Valiant y de la Tierra misma: The Book of Death. Al ser del futuro, Tama posee una serie de relatos recopilados por los Geomancers que la precedieron, narrando todo lo que está ocurriendo, así como la caída de cada uno de los héroes Valiant. Robert Venditti nos lleva a través de este complejo y estresante escenario, donde lentamente se van aclarando los misterios y la tensión es cada vez mayor. Venditti junto a Robert Gill manejan los ritmos de narración con maestría, escalando lentamente en una sucesión de problemas hasta culminar en una escena verdaderamente angustiosa, tras la cual se genera una densa calma justo hasta el cliffhanger. Esta escena me gustó tanto, incluso desde que salieron las primeras previews con solo los lápices, que necesito mostrárselas… tal vez no entiendan mucho, pero es innegable que la desesperación es palpable. El arte de Gill me sorprendió de forma muy positiva, ya que su participación en un número de Ivar, Timewalker me dejó bastante tibio. La participación de Doug Braithwaite en los flashforwards rompe de forma efectiva con el estilo de Gill, dando a estas visiones del futuro un aura de pesadumbre e inevitabilidad, además de darnos algunas pistas de lo que se viene en el Universo Valiant. A todo esto sumémosle la soberbia labor de dos experimentados coloristas, David Baron y Brian Reber, y obtenemos una obra de un nivel artístico envidiable y único. Con 34 páginas de emoción pura, Book of Death despliega todo el potencial que oculta Valiant, a la espera que los lectores ajenos se acerquen a descubrirlo. Esta es la oportunidad perfecta, no se la pierdan. ¡Grande, Lemire! Parte del pseudo-evento Book of Death, este (y los subsiguientes one-shots) nos revelan el destino final de algunos de los héroes más importantes de la editorial. Por suerte Jeff Lemire, actual guionista de su serie principal, se encarga de contarnos el destino final del soldado definitivo. The Fall of Bloodshot es un vistazo al pasado con una mirada cargada de nostalgia. A través de años, décadas y siglos, las aventuras de Bloodshot nunca se detuvieron. Desde sus aventuras como pirata junto al inmortal Armstrong hasta su participación en las “Robot Wars” en las distantes colonias espaciales, la vida de Bloodshot se caracterizó por dos cosas: su imposibilidad de escapar de la guerra, y la posterior soledad consecuencia de ésta. Por supuesto el comic está lleno de guiños al pasado, referencias a otros elementos del Universo Valiant y posibles pistas de lo que podría depararnos el futuro. Al ser una historia que abarca futuros sumamente distantes, Lemire puede darse el lujo de inventar lo que quiera sin temor a pisarle la cola a nadie (incluso tomando en cuenta historias como la de Rai o el Eternal Emperor). Probablemente el elemento más débil sea el arte de Doug Braithwaite, mucho más descuidado en contraste a otros trabajos del mismo autor. A pesar de ello, consigue entregarle gravitas a la historia cuando más lo necesita, en el íntimo y emotivo cierre. Un sorpresivo y bonito descanso final para el soldado imperecedero, muy propio de Lemire. Ay, Ales… no sé qué pensar. Ales Kot es uno de los nuevos talentos que me resultan más estimulantes a nivel creativo, pero en Dead Drop falla en lo más importante: no es un cómic Valiant. Los personajes que utiliza pueden ser intercambiables por cualquier otro, ya que no ha aprovechado realmente lo que hace único a cada uno de ellos… hasta ahora. Curioso: el personaje menos conocido, el más ridículo de hecho, es quien parece haber manejado mejor. Beta-Max, un ex-villano androide de los 80 con tecnología completamente desactualizada (sólo vean su nombre), salido de las hilarantes páginas de Quantum and Woody, tiene la amarga tarea de desentramar el complot que un falso Neville Alcott está llevando en nuestro planeta… su sueño de ser un súper-espía y salvar al mundo lo cumple pagando el precio máximo, dejándonos ad portas del desenlace final. En el lado positivo está Adam Gorham, que ha resultado un agradable descubrimiento artístico, haciendo dupla con el colorista Michael Spicer. Dead Drop ha gozado de un look único y que lo separa de buena forma de los demás cómics publicados por la editorial. Con sólo un número restante, dependerá de la habilidad de Kot para al menos acabar de buena manera una historia que como premisa era genial, pero que en el papel (ja) ha sido una importante decepción. El camino de Ray Garrison toma un siniestro giro, mientras continúa con la caza de sociópatas infectados con sus antiguos nanites. Perdiendo cada vez más su cordura y humanidad, Ray se apresura en terminar su trabajo antes que más personas inocentes pierdan la vida por lo que siente es su responsabilidad, pero en el proceso ganará una inesperada e inquietante compañía: Magic. Como siempre, Jeff Lemire lleva a su protagonista por un camino en el que las relaciones con otras personas serán clave para el transcurso de su historia, explorando el lado humano de nuestro protagonista, hasta ahora visto principalmente como una atormentada máquina de matar indestructible. Mientras, el impresionante arte de Mico Suayan no deja de sorprender; con su nivel de detalles insano logra aterrizar la historia y llevarla a un ambiente cercano al noir, que contrasta bellamente con la ridiculez que es Bloodsquirt. Con los detectives pisándoles los talones, no queda otra salida: escapar al Squirt-Verse. No, en serio. El próximo número será extrañísimo. Divertido como siempre, Fred Van Lente sigue con las locuras espacio-temporales de Ivar junto a sus hermanos inmortales Gilad y Aram. El sistema de seguridad compuesto por nanites descubre que no es tan simple eliminar a los hermanos Anni-Padda, mientras Neela lidia con su yo del futuro y descubre que es parte de una amenaza que ya conocimos en Archer & Armstrong (el cómic anterior de Van Lente): The Null. Y eso, señores, significa problemas. Francis Portela domina el cómic y los personajes, sobre todo las expresiones de estos en momentos clave, y aunque los colores de Andrew Dalhouse me molestan, se sienten mucho más en sintonía con los lápices de Portela que lo que hace en Unity. Nos queda un solo número para terminar el segundo arco, y se viene con todo. Odio este arco, y no es culpa de Matt Kindt… bueno, no completamente. Estoy odiando este arco porque esta insoportable villana, War Monger, guía, narra y relata toda la puta historia y no se calla nunca, y odio su forma de expresarse, así que… ¿buen trabajo, supongo, Kindt? Mi otra queja es la participación del horrible Andrew Dalhouse coloreando las escenas del pasado. No lo soportaba en DC, tampoco lo hago aquí (aunque curiosamente sí lo hago en Ivar, Timewalker). Al menos Ulises Arreola logra animar un poco la cosa cuando le toca colorear a Jefte Palo. En cuanto a la historia, aparte de conocer otra encarnación más de un equipo proto-Unity, vemos a nuestra villana favorita (…) despachar a Livewire y a GIN-GR (!!!). Ok, queda claro que efectivamente es una experimentada estratega, y ahora va tras Gilad. A ver cómo le va.MicroReseñas Indies 025
MicroReseñas Indies 025
Island #001
Material #002
Rick and Morty #003–004
Book of Death #001
Book of Death: The Fall of Bloodshot #001
Dead Drop #003
Bloodshot Reborn #004
Ivar, Timewalker #007
Unity #020