New Challengers (2018) #001
Cuando hablamos de los Challengers of the Unknown, hablamos de una de esas ideas brillantes de Jack Kirby que nadie más sabe qué hacer con ella. Numerosos han sido los intentos por sacarles provecho tanto a los personajes como al concepto tras este ecléctico grupo, pero en un mundo repleto de superhéroes, una banda de aventureros sin superpoderes ni equipamiento especializado que se lanzan a enfrentar las extravagancias de la naturaleza, si bien suena encantador y cautivante, suele perder su atractivo cuando al lado tienes a semidioses rompiéndose la madre contra tiranos extraterrestres.
New Challengers continúa, lamentablemente, la tradición de no saber qué hacer con el concepto.
Esta iteración del grupo añade un aspecto místico con tintes de purgatorio al reclutamiento de sus integrantes y un dudoso “legado” que supuestamente se honra. Aquí hay algunos elementos que pueden resultar interesantes, como la nueva naturaleza que se le da al símbolo de reloj de arena característico del grupo, el estado actual de los miembros en activo, el destino que sufrirán si estos fallan en sus misiones y un bastante cruel giro a la frase característica de los Challs de estar viviendo “con tiempo prestado”.
Tras un prólogo que resulta tan inconexo con el resto del número como insípido, nos vemos súbitamente enfrentados a un grupo de personajes nuevos que carecen de todo atractivo para el lector. A la única que se nos presenta medianamente bien es a la mujer del grupo y quien aparentemente será nuestra protagonista principal, Trina Álvarez, pero lamentablemente la dupla de guionistas que conforman Scott Snyder y Aaron Gillespie se encargan de que no nos importe nada de lo que ocurre, culpa de un atropellado y torpe ritmo narrativo que no nos permite entender a y empatizar con los protagonistas. Tras todo esto se encuentra un misterioso sujeto que parece coordinar la operación de los Challengers, pero sus motivaciones y origen, al mantenerse en secreto y no ser explicadas, termina siendo una figura blanda y sin atractivo alguno.
En el apartado artístico, Andy Kubert realiza un trabajo competente en cuanto a narrativa, sin florituras ni extravagancia visual, y las tintas de Klaus Janson, que suelen parecerme toscas y poco agraciadas, esta vez funcionan con los lápices de Kubert. Mi mayor aprehensión se encuentra en el trabajo de Brad Anderson, quien aplica una paleta de colores sumamente apagada, desaturada y poco variada; la historia pretende ser visualmente atractiva, desafiante y espectacular, pero el coloreado termina por colocar una capa de indiferencia y aburrimiento sobre todo el conjunto.
Entiendo que el equipo creativo tras el libro está jugando al misterio y poco a poco se revelarán los detalles de todo a medida que la miniserie progrese, pero siendo este un primer número que pretende atraer a los lectores, hace un pobre trabajo en entregarnos elementos que realmente nos enganche para continuar explorando esta nueva propuesta. Personalmente no recomiendo esta serie, ni para antiguos fans de los Challs ni para lectores nuevos que vengan de lo que fue Dark Nights: Metal.
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