Feliz cumpleaños adelantado

Zugunruhe: the innate restlessness that birds feel which eventually spurs on migration.

En exactamente una semana más habré celebrado por trigésimo quinta vez el aniversario de mi nacimiento. “Celebrar”, en este caso, corresponde a un ligero optimismo al que me dejo arrastrar sin muchas aprehensiones. No logro determinar el porqué de este abandono feliz, cuando lo normal es plantarme en una disposición bastante contraria. De todas formas, puedo entender que en el fondo de mi cerebro hay una especie de juego cuyas reglas conozco de antemano, pero pretendo desconocer, como si pudiese en efecto engañarme a mí mismo. Voy a celebrar porque es precisamente lo que no quiero hacer.

Efectivamente hay algo de fatídico en cumplir 35, o quizá yo solo soy demasiado dramático frente a un número inventado hace miles de años atrás por gente que se maravillaba de lo reciente y abarrotado que era el mundo. O quizá quien no cree en absolutamente nada esté condenado por siempre a buscar un significado en absolutamente todo.

De modo que cumplir 35 años se me hace terrible, trágico, trapecio troglodita triásico trampolín. Es un “desvolver”. Es un diafragma que se cierra y, atropellado por el peso del polvo, no se vuelve a abrir, y llevar la cámara a un técnico reparador es demasiado costoso y no, señor, lo siento, esas partes ya no se fabrican, podría preguntar en las galerías de San Diego, esas que están tan abandonadas y sedientas de contacto humano y con fuentes de soda corroídas por la soledad.

Hubo (uso esta conjugación de manera completamente intencionada) tantas fotografías que no tomé, tantas melodías asesinadas por el simple hecho de no tocarlas jamás, cientos de películas fabulosas y sentimentales que no dirigí nunca. Tantos fracasos encerrados en pulcros frascos herméticos donde la pudrición solo afecta su contenido. Y cumplir 35 se siente como la confirmación de una muerte obvia, natural, absoluta (obvio, ¿no?).

Cuando hoy leí sobre el término zugunruhe, no pude evitar sentirme desolado. Durante mucho tiempo sentí aquel desasosiego en algún lugar del pecho, pero quizá solo era ansiedad. O quizá eran en efecto aquellas ganas de migrar y las aniquilé pensando que de fantasías absurdas se trataban. Vaya a saber uno.

Después pienso que quizá son los síntomas del virus de la productividad incesante por haber nacido en la época en que nací y logro apaciguar por un momento ese pinchazo sutil que me desholla desde el interior.

Pero bueno, quizá en 317 años más mi cuerpo haya alimentado al último individuo de una especie en peligro de extinción y todo efectivamente haya significado precisamente lo que uno no pensaba.

También dudo del título de esta entrada, ya no decir de su propósito. No se puede celebrar un cumpleaños adelantado si aún no se cumplen esos años. En fin, qué tontería.

Yo creo que soy demasiado dramático.