Ahora con tecnología...

Continuando con mis reflexiones de mi primera publicación, introduzco ahora un factor, aunque podríamos decir que está siempre presente, que es la tecnología.

Recordando: una de las propuestas para preservar privacidad e intimidad era la de cerrar la puerta de casa, cuando estemos dentro o cuando nos vayamos; esto conlleva el uso de tecnologías, casi todas mecánicas: el mecanismo del pestillo, la cerradura, el sistema de bisagras de la puerta...

La tecnología a la que me refiero en este caso es esa a la que llamaban “nuevas tecnologías”: ordenadores, tablets, smartphones y cosas así, donde llevamos “toda nuestra vida”: fotos, direcciones, número de teléfono. Ya no son nuevas tecnologías, son cotidianas.

Tengo la percepción de que incluyendo estas tecnologías en la ecuación, el criterio de la gente cambia de forma profunda: normalmente si un vecino se acerca a nosotros para pedirnos la dirección y el teléfono de una prima nuestra (aplíquense otras formas de relación familiar o de amistad: primos, vecinos...), tendríamos, casi con seguridad (hay gente pa to'), muy serias reticencias para proporcionar solicitada información.

Sin embargo, y dentro de la misma percepción, cuando tenemos algún dispositivo como los descritos más arriba, la actitud (en general) cambia y pasa a ser eso tan oído de “yo no tengo nada que ocultar”, aunque lleves en el dispositivo la misma información que pidió el vecino de antes.

También está la actitud contraria: “no soy interesante para nadie”, en un caso no te importa que te puedan cotillear y en el otro niegas que lo vayan a hacer.

¿Por qué pasa esto?, pues ni idea. Parece que lo único importante es el uso de los dispositivos, hay que usarlos compulsivamente y ya está.

Los móviles se usan para casi todo (defensa personal incluida): fotos, banca, pagos, mensajería, redes sociales. Para ello hay que instalar aplicaciones, si es que no están instaladas previamente, aplicaciones que no se sabe que hacen realmente. Cada poco tiempo oímos de tal aplicación o red social o plataforma, robaba o usaba datos personales de forma ilícita.

Sin embargo llevamos almacenados datos de otros, compañeros, familiares, amigos: direcciones postales, fotos, direcciones de correo electrónico, un montón de cosas. Hacer coexistir todos estos datos con aplicaciones y servicios sobre los que pesa la sospecha o incluso la certeza de que van a robarlos, es para que paremos a pensar que tenemos una responsabilidad para con los datos ajenos que llevamos. Tenemos que cambiar la actitud de “no tengo nada que ocultar”, tenemos que proteger esos datos ajenos.

Vuelvo al ejemplo anterior: si un desconocido nos pide un álbum de fotos para curiosear quien sale fotografiado, no se lo daríamos, ¿o sí?